Las formas de la imaginación

Publicado originalmente en Relatos Magar.

Recuerdo con horror mi primer encuentro con la crítica literaria: en un concurso, un jurado dijo que mi cuento era «inverosímil». Yo no entendí a qué se refería y le pedí que hiciera el favor de explicármelo. De mala gana y aclarando que es algo que no solían hacer, afirmó que los hechos en mi historia no podían pasar, eran improbables, imposibles.

Me preocupé de que eso fuera algo malo. Me dije: ¿Por qué eres tan mal escritor, eh? Luego del autodesprecio, le hablé a una amiga, gran lectora. Ella me preguntó si mi cuento no era fantástico, si no era como un cuento de Borges. Entonces caí en la cuenta de que no conocía hasta dónde llegaba lo «inverosímil» en la literatura.

Me recuerdo leyendo textos de crítica, reseñas, opiniones de escritores (lo que llaman «su cuentística», «su poética», etcétera). Entonces pasé por mucha confusión, y luego por sobreingesta de teorías y distinciones entre géneros.

¿Cuáles son las formas de lo «inverosímil»? Intentaré no indigestar a nadie con mi explicación.

Cuando lo inverosímil irrumpe en la normalidad como algo anómalo: diferencia entre cuento extraño y cuento maravilloso

En su Introducción a la literatura fantástica (1981), Todorov nos dice que lo extraño, lo maravilloso y lo fantástico están emparentados. Lo fantástico es la vacilación, el no saber, la incredulidad. Ante cualquier hecho narrado, el texto fantástico no acaba de aclararnos su naturaleza: ¿esto podría pasar?

Si la respuesta a la pregunta es un «Sí, pero qué raro que haya ocurrido de ese modo. Qué peculiar»; es decir, cuando la razón puede explicar la historia, pese a lo difícil que resulte, estamos hablando de un cuento extraño.

Si la respuesta fuese un «No, eso es imposible. No podría ocurrir a menos que…», y a ello le sigue un cambio: en la naturaleza, en el tiempo, en las leyes universales… entonces estamos hablando de un cuento maravilloso.

En cualquiera de los casos, lo inverosímil se presenta como una irrupción notable en la realidad. Es algo anómalo, fuera por completo de lo común.

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Cuando lo inverosímil es parte de la normalidad: diferencia entre realismo mágico y real maravilloso 

Otras formas de entender lo inverosímil son el realismo mágico y lo real maravilloso, ambos anclados en la historia de la literatura latinoamericana.

El realismo mágico (del que Gabriel García Márquez es eterno partícipe) es la narración naturalizada de lo fantástico, la introducción realista de un elemento inverosímil, sin que su inverosimilitud cause extrañeza alguna. Incluso, cabe señalar, lo «normal», lo verdadero, lo real, suele ser mostrado como lo extraño, es decir: el elemento inverosímil funciona como una lente a través de la cual es posible observar algo que no funciona en una realidad tangible.

Contrario a los géneros anteriores, no es lo inverosímil lo que causa la irrupción. Así, por ejemplo, podría extrañar que una escoba esté de mal humor y que quiera hacer una huelga junto a otras escobas, sería criticable el sindicalismo de estas, porque las escobas suelen hacer bien su trabajo sin quejarse y sin oponer resistencia, pero no que la escoba de pronto tenga emociones.

En cambio, lo real maravilloso (Alejo Carpentier fue quien propuso el término) es la aceptación de que en la realidad existen cosas maravillosas, inexplicables, que conviven dentro de una cultura sin explicación y para las que, en cierta forma, es requerida la «fe».

De ahí que, mientras en el realismo mágico la irrupción de lo inverosímil es un acto de total invención literaria, lo real maravilloso es la recuperación de ciertos elementos propios de la cultura (decía Carpentier que, sobre todo, de las latinoamericanas) y su traslado a una ficción que muestra justamente su esplendor mágico.

Apuntes finales

En México, Alberto Chimal y otros autores de lo inverosímil hablan de «Literatura de imaginación». A esta refiere toda aquella literatura que permite comprender el mundo de lo posible a través del extraño, del improbable o del imposible. Dice Chimal que hablar de Literatura de imaginación es una respuesta creativa a la ola de literatura fantástica que solo habla de lo mismo: de elfos y orcos, de distopías juveniles, de eso que es tan rígido en sí mismo que invita a todo menos a imaginar (esto último, una opinión de su servidor).

Ejemplos

Antes de concluir, vale la pena ejemplificar lo expuesto hasta ahora: supongamos que contamos con un muñeco sin rostro y una persona ansiosa.

Un cuento fantástico podría hablar de cómo la persona sufre cada vez más ansiedad conforme pasa más tiempo con el muñeco en su bolsillo, y pese a que intenta deshacerse de él, el muñeco siempre reaparece, matándole de angustia.

Un cuento extraño concluiría en la exposición de un médico, digamos, que le dice al hombre ansioso que se ha sugestionado: el muñeco está donde lo dejó la primera vez. Ha alucinado, presa de su ansiedad, la compañía de ese ser que hasta entonces creía sobrenatural.

Un cuento maravilloso, por su parte, expondría que el muñeco estaba en todos lados donde la persona se deshizo de él, esperando, replicándose como la angustia del hombre, sin fin.

Un cuento de realismo mágico asumiría que es perfectamente normal que un muñeco cause angustia, como un atributo tan normal como su peso o su color. Él habría comprado el muñeco para sí mismo, esperando tener la ansiedad necesaria para ponerse a trabajar, pero se le iría de las manos. Lo verdaderamente extraño sería la exigencia del mundo por hacerlo trabajar, por estar siempre activo; es decir, lo inverosímil sería lo real: el modo de vida de los asalariados que se autoexigen hasta llegar al burnout.

Un cuento real maravilloso podría hablar de la cultura vudú, de cómo la ansiedad del hombre se debe a encantamientos propios de una cultura que él no entiende o no cree, durante el cuento, y cómo al final descubre gracias a una epifanía como algo cierto. Algo en lo que necesitaba creer.

Lo «inverosímil» también es literatura

Como nota final, habría que añadir que en la actualidad los límites de unos y otros géneros no siempre se mantienen separados. Para ejemplo Samanta Schweblin, cuyos cuentos extraños no acaban de resolver nunca cierto aire fantástico.

Incluso si no eres un escritor de lo inverosímil, si nunca te ha interesado hablar de cosas que «no existen», nunca está de más saber que hay formas de trastocar lo que se da por hecho; colapsar la realidad debería ser una meta para cualquiera que intente. imaginar un mundo posible, un mundo distinto.

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