«Wash», William Faulkner

De nuevo su cara se fue desdibujando… ya él no la veía más que como una mancha lívida a la luz del crepúsculo.

Día #5

Wash, William Faulkner

El caso de Faulkner es un caso único, al menos por mi parte. No he leído, hasta ahora y en ningún lugar, una sola crítica negativa asociada a su obra (sobra decir que me uniré, ahora mismo, a ese grupo que le aplaude). Quizá por eso me alejaba de su trabajo, motivo por el cual sigo sin retomar «Las palmeras salvajes». No suelo leer sino autores que yo mismo encuentro y de los que poco o nada he oído y con él fue lo opuesto (en algún blog de crítica literaria, recuerdo, leí algo así como «Necesitamos más Faulkners y menos de todos los demás»; así de grave).

Sin embargo, los elogios de su labor cuentistica sólo provinieron de parte de Manuel (a quien agradezco profundamente la recomendación), así que me pareció algo más intimo y algo con lo que podía lidiar (el autoengaño tiene muchas formas).

Pasando a su obra, he de decir que una vez más no me ha bastado un sólo cuento del autor (ya se me hará costumbre eso de leer por lo menos dos): «Una rosa para Emily» y «Wash». He elegido el segundo porque, me parece, es el que explora con mayor brutalidad los límites de la cuentistica de Faulkner.

-¿Negros? -repetían ellos-. ¿Negros? -volvían a decir, riéndose ya descaradamente-. ¿Quién es él para llamarnos negros?

Lo primero que llama mi atención es una coincidencia presente en ambos cuentos: el tema del racismo.  El autor refiere a sus personajes negros como entes que vienen y van, prescindibles y sin embargo atados por el esclavismo,  los únicos personajes a los que se les describe y agrupa más tarde bajo una categoría («los negros», «la negra»). Sin embargo, no alcanzo a notar si ese menosprecio es un llamado de atención ante el racismo, una alerta que sobresale en el retrato que hace Faulkner de su sociedad al ser, justamente, algo tan propio de aquellos tiempos; o si, por otro lado, genuinamente era Faulkner un racista y no perdía oportunidad en denigrar a los personajes al tratarlos como una etiqueta. Me inclino a pensar que se trata de lo primero. 

Otro tema que resalta en ambos cuentos es el costumbrismo y  el paso del tiempo, el cómo esas costumbres y esas gentes que pertenecen a otra época resultan inadecuadas, aunque casi siempre respetadas, en los nuevos contextos. Frente al implicable futuro que va sustituyendo el pasado, los personajes del autor recurren a medidas extremas, consideradas patológicas incluso (el caso de «Una rosa para Emily» es excepcional). Ello me hace pensar, aunque todo lo que digo sólo se desprende de dos cuentos, que Faulker retrataba el cambio como una constante que descoloca todo a su paso.

Un ejemplo de lo anterior es un magnifico fragmento de «Wash»:

Mejor sería que ninguno de ellos hubiese vuelto a casa en 1865. -Pero en realidad, pensaba: “Mejor sería que ni él ni yo, ni los suyos ni los míos hubiésemos nacido en esta tierra. Mejor sería que cuantos quedamos de nosotros fuésemos arrojados a tiros de la faz de la tierra, antes que otro Wash Jones vea su vida entera arrancada a tiras, arrugándose y retorciéndose como un manojo seco arrojado al fuego”.

Pero el tiempo no sólo funciona como un cambio entre momentos, sino como un situar en contexto. Un mismo individuo, situado en su momento, de repente se trasforma a los ojos de quien lo describe:

En su estupor, casi no oyó los cascos galopantes, ni la silueta arrogante que volvió a emerger. Se quedó observándola, como si la viese pasar al galope a través de acontecimientos que marcasen la acumulación de los años, del tiempo, hasta el momento sublime en que cabalgaba bajo el sable que blandía y una bandera desgarradora, precipitándose furiosamente contra un cielo del color del azufre explosivo. Era la primera vez en su vida que pensaba que acaso Sutpen fuese un hombre y un viejo como él mismo.

Y pasando al tema de lo formal, el tiempo también está presente en el autor como una irrupción: se inicia con un presente y, conforme se avanza en la narración, se hacen saltos a muchos años atrás, a años inmediatamente previos y así en saltos que no siguen necesariamente un orden cronológico. Al acercarse al climax de la historia, Faulkner retoma el presente. Resalta su estilo, además, por no escatimar en la enunciación de aquello que quiere transmitir. Así pues, uno encuentra fragmentos como éste:

«Él entonces los injuriaba; a veces los perseguía con algún palo que agarraba del suelo poniéndolos en fuga, pero sin lograr que no volvieran a rodearlo de nuevo con aquellas risotadas negras, burlonas, huidizas, inevitables, que lo dejaban jadeante, impotente y furioso.»

Lo anterior es una constante siempre que describe personajes, escenarios e incluso emociones. Faulkner no sólo no rehuía a la adjetivación (algo ahora tan criticado) sino que la abrazaba en pasajes que resaltan por su claridad y nitidez  y la belleza lingüística empleada para crear su imaginario.

Llama también la atención la cadencia en su ritmo, plagado de comas y dobles comas, de oraciones en cascadas gracias a esas pausas que se antojan cortas. Hay párrafos enteros en donde no hay un sólo punto, lo que ciertamente se traduce en una tensión dramática pausada, mesurada. El efecto sorpresivo de sus cuentos, algo que se da en ambos, no ocurre por el ritmo de la narración sino por la forma en que se concatenan los hechos que previamente narró. Faulkner no pasa por alto detalles.

Si él no dice que un personaje haga algo, no creas que lo ha hecho; asume que algo le espera después. Ese sería mi consejo. Ese y leerlo. Leer a Faulkner. No dejar de leer a Faulkner. Quiero más Faulkners en mi lista de lectura, más autores que me sorprendan gratamente.

William Faulkner /ˈfɔːlknɚ/ (nacido William Cuthbert Falkner, New Albany, Misisipi, 25 de septiembre de 1897 – Byhalia, 6 de juliode 1962) fue un narrador y poeta estadounidense. En sus obras destacan el drama psicológico y la profundidad emocional, utilizó para ello una larga y serpenteada prosa, además de un léxico meticuloso. Ganador del Nobel de Literatura de 1949.

El cuento, aquí

 

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3 comentarios sobre “«Wash», William Faulkner

  1. A mi modesto entender, Faulkner buscó sus temas literarios en las condiciones de vida del sur de Estados Unidos (donde se le consideraba un cronista de la decadencia, la perversión y la crueldad humanas) tras la guerra de Secesión y plasmar así las pasiones de sus habitantes, negros y blancos, en contraposición trágica y constante, como en la sociedad en que vivía.
    Desde luego, leer a Faulkner es un gran consejo, sobre todo sus novelas “El ruido y la furia”, “Mientras agonizo”, “Luz de agosto”, “Santuario”, “¡Absalón, Absalón!”… Claro que yo por Faulkner tengo auténtico fervor, como por Berhnard (“El imitador de voces” recoge 104 relatos breves, o microcuentos como se dice ahora, a cada cual mejor) o Beckett, que también escribió breves relatos magníficos.
    Afectuosos saludos, Daniel.

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    1. Y eso que dices tiene todo el sentido del mundo y da luz a las observaciones que alcancé a hacer a partir de esos 2 cuentos. Ya decía yo que su tratamiento al tema de «los negros» no era cosa de racismo personal sino de ilustrar una realidad.
      Muchas gracias, Manuel. Mientras agonizo ya me la apunté desde hace tiempo y a Berhnard también.
      Un abrazo.

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