Cuento publicado en Revista Cultural Contrasentido (Enero, 2016.)
Encontré la punta de un hilo mientras escarbaba silencioso entre los pliegues de su piel. Seguía dormida. Soplé despacio la hebra para que cayera de su cuerpo. Parecía una mancha diminuta, como una vena que se ha muerto. Soplar no bastó, parecía sujeta a su cuerpo desnudo. La jalé, tomándola con cuidado, y entre más la elevaba más larga se hizo. Nunca la vi, antes de esa mañana. No le pertenecía a ninguno de sus vestidos. Noté entonces, al seguir el camino que formaba la hebra, que estaba sujeta a su carne. La carne de su pierna estaba abierta, como una muñeca sin cerrar, inconclusa, dejando expuestos los músculos y las venas que llevaban, sin saber lo que ocurría allá afuera, hasta su corazón. Temí tanto que al despertar ella se viera de ese modo; que, habiendo perdido el control, terminara por perder la pierna entera. Así que lentamente y conteniendo mis fuerzas volví a pasar la punta por los orificios de su piel entreabierta. Con el primero sudé por el esfuerzo de no moverme, pues de apoyar demasiado mi mano la cama se habría hundido y ella hubiese despertado. Para el último, mis brazos se caían por el esfuerzo de mantenerse, precisos como los de un cirujano sobre su cuerpo durmiente. Cuando acabé me tiré al suelo para que ella no sintiera mi peso sobre la cama. Y ahí, sobre la alfombra, estaba un hilo. No pude evitar soltar una risa nerviosa. Mi esfuerzo no había tenido sentido. Fue lo primero que pensé, y después intenté cubrir mi boca con mis manos, silenciarme. El hilo cayó hasta mi cara, colgando desde un muñón que sobresalía desde mi camiseta. Era largo, tanto como el de su pierna. Y entonces lo noté. Mi brazo se había quedado sobre la cama, junto a ella.
Fotografía: Beata Banach
Inspirado por «Under her skin», de Max Ritcher.
Bellisimo
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Gracias 🙂
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Y como se trataba de mi y no de ella, recurrí a la confiable cinta adhesiva.
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La cinta nunca falla.
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Eso sí que es entrega absoluta….Intentaste huír pero ya no había retorno…………….
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Dejamos una parte de nosotros en aquellos a quienes amamos.
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Un relato bonito, Daniel; creo que hay veces que ni en sueños te libras del hilo.
Saludos.
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Tienes razón. A veces ni en sueños.
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