Para quienes han leído mis cuentos puede no ser noticia el que uno de mis autores favoritos es Raymond Carver, con su estilo particular para desmembrar la realidad con precisión quirúrgica, una realidad mundana bajo la que se esconden secretos fatales, indecibles con palabras.
Tampoco es una sorpresa que, quienes han leído a Carver, sepan que puede que mucho de lo que admiramos en él no sea suyo, sino de su editor, Gordon Lish. Este señor tomó las obras de Carver y las modificó: para algunos puede ser una mutilación, para otros una mejora. Yo diría que simple y llanamente los transformó.
Desde que supe que Carver tenía detrás un editor tan peculiar como Lish, me di a la tarea de encontrar el volumen de textos originales de Carver, un libro de cuentos llamado «Principiantes» y cuya versión transformada tiene por nombre «¿De qué hablan cuando hablan del amor?» (el texto que da nombre al volumen entero cambió de titulo, por lo que igual el libro). Y, si bien es cierto que dicen que tal cuento sufrió una transformación desastrosa (en cuanto al material original), recién tuve oportunidad de leer dos versiones de otro: Belvedere.
En él, una pareja discute, en la suite de un Motel, sobre cómo la aventura de él con una mucama ha terminado la relación, hundiéndola a ella (la pareja) en la bebida y llegando al punto de odiarse a sí misma. En ambos textos, podría decirse, la «esencia» se mantiene, con la misma trama. Sin embargo, todos los matices que acompañan la psique de los personajes y hasta la atmósfera del cuento, cambia entre una versión y otra.
Mientras que la versión de Carver está llena de grises, de pequeñas acciones, silencios y gestos que dan pie a interpretar la emoción del personaje, con diálogos que encubren parte del sentir, o que lo muestran tal cuál el personaje cree que lo siente; en la versión de Lish, por el contrario, se convierte en una resolución directa, dolorosa, en gritos y en quejas de unas cuantas palabras.
Me atrevo a decir que Lish hizo un buen trabajo en darle contundencia a los cuentos de Carver, el problema está en que quizá no es Carver a quien leemos. Porque sus cuentos pasan de ser atmósferas nebulosas, con toques de luz a la distancia, a golpes en la cara, agua fría y gritos que hieren de la piel a las entrañas. Porque mientras Carver muestra la decadencia sutil y como los personajes intentan aferrarse a la esperanza, Lish demuele al lector, haciéndole saber que no hay forma posible de solución, y donde los personajes parecen estar ya en el papel de dicha fatalidad. Los personajes de Lish son, sin lugar a dudas, más oscuros que los de Carver.
Quizá esto que digo no signifique nada, y quizá es sólo una apreciación mía. Puede ser. Lo que sí creo es que, deben ser cada uno de ustedes quienes juzguen el trabajo de ambos y se pregunten ¿hasta qué punto es valido dejar la propia obra en manos de un editor? Aunque quizá esa no sea la pregunta correcta.
Carver pasaba por un pésimo momento en su vida: necesitaba ser publicado y ganar algo de dinero, así que aceptó los cambios que – dicen – Lish le hizo a sus cuentos. ¿Carver es uno de los mayores exponentes de realismo sucio? Sí, ¿Es realmente Carver o la figura que de él se nos ha querido vender? ¿Hasta dónde debe llegar la labor del editor en la obra del autor? Y así podríamos seguir por horas.
Conforme comparaba ambas versiones, no pude responder a ninguna de ellas; ambas me encantan y no sé que haría de ser Carver. Puedo afirmar que no dejaría que tocaran mi obra, que sólo yo entiendo lo que quiero transmitir y que de hacerle cambios ya no sería mía, pero el visionado de Lish es tan bueno que prefiero pensar con cuidado antes de responder a la ligera.
Me limitaré a compartirles algunos fragmentos para que ustedes formulen sus propias preguntas, apreciaciones y respuestas.
Belvedere, versión «Principiantes» (a.k.a. Versión ORIGINAL)
» — Tengo el corazón roto — dice —. Se ha vuelto de piedra. Ya no soy responsable. Y eso es tan malo como lo peor, el no ser ya responsable. Ni siquiera quiero levantarme por la mañana. Duane, me ha llevado mucho tiempo llegar a esta decisión, pero tenemos que separarnos. Se acabó. Duane, será mejor que lo admitamos.»
Belvedere, versión «¿De qué hablan cuando hablan del amor?» (a.k.a. Versión EDITADA)
«— Tengo el corazón destrozado — declara—. Se me ha vuelto de piedra. No valgo nada. Eso es lo peor de todo, que ya no valgo nada.»
ORIGINAL
«— ¿Soportar qué? — digo yo, aunque por su puesto sé a qué se refiere -— ¿Holly?».
EDITADA
«— ¿Qué es lo que no aguantas? — pregunto, aunque naturalmente sé a lo que se refiere».
ORIGINAL
» — Holly, algún día, cuando seamos viejos, recordaremos estas cosas que nos están pasando hoy. Y seremos viejos juntos, ya verás, y diremos «¿Te acuerdas de aquél motel con aquella piscina asquerosa?» Y nos reiremos de las locuras que hacíamos. Ya lo verás. Todo irá bien, ¿Holly?
Pero Holly está sentada en la cama con el vaso vacío, y me mira. Luego niega con la cabeza. Lo sabe».
EDITADA
» — Holly, también recordaremos todo esto un día. Diremos: ¿te acuerdas del motel con toda aquella mierda en la piscina? — pregunto—. ¿Comprendes lo que digo, Holly?
Pero Holly sigue sentada allí en la cama con el vaso. Veo que no, que no entiende».
ORIGINAL
«En esto, como en la mayoría de las cosas, tenía razón».
EDITADA
«También en esto tenía razón ella».
Genial la revisión que hiciste. En algunas partes me gusta más la original, quizá porque va más con como escribo. Aunque debo decir que es cierto, la versión del editor es contundente. Tampoco sabría que hacer en ese caso, creo que necesitaría leer las modificaciones a mi obra para tomar una decisión.
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Sí, la versión de Lish es justamente lo que muchos piensan al pensar en Carver: contundencia, frialdad, oscuridad. Ahí es donde la cosa, me parece, se pone peligrosa, porque ESE no es Carver, sino una versión adulterada de él. Carver, parece, era mucho más esperanzador, gris, y hasta dulce con algunos de sus personajes. Sórdido, sí, pero rara vez fatal en sus conclusiones, algo que Lish se pasó por el arco del triunfo.
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Gracias por tu entrada. Justo ayer leí la segunda versión, desconociendo la primera y me fascinó, precisamente por la contundencia. Ahora es mi deber leer la original. Complicado y, sin embargo, fabulosas las dos experiencias de lectura, al parecer.
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Ha pasado un año y medio desde que escribí esta entrada, y cada día me gusta más y disfruto con mayor alegría los cuentos del Carver sin la edición de Lish. Son más hondos, menos contundentes porque no lo necesitan, porque Carver era un romántico que buscaba la redención en esas historias de apariencia patética. Lo que le hizo Lish, quitar la luz al final del camino, es traicionar al autor y a las motivaciones que se entreven en lo que escribía.
Eso sí, en algunos cuentos ambas versiones son muy buenas (exceptuando, que yo recuerde, «Diles a las mujeres que nos vamos» y «Tanta agua cerca de casa», que pierden por goleada contra el Carver original, igual que el final de «Una cosa más», que en el Carver original es un cierre perfecto a la antología, a ese «somos unos principiantes en el amor», cosa que la versión de Lish carece por completo).
Espero pronto encuentres la versión original y puedas compararlas
🙂
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Como recomendación, si deseas leer a Carver sin edición (o no la edición «Lish»), hay un volumen de cuentos que está prácticamente tal cuál él lo escribió. Se llama «Catedral» y justamente el cuento que le da título al libro (Catedral) es una joya de la literatura. Precioso cuento sobre la comunicación en los lugares más inesperados.
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